QE técnico y M2: el nuevo ciclo de liquidez
La semana pasada el mercado se preparaba para leer el dato de inflación al consumidor (CPI) como si fuera el veredicto final sobre la Reserva Federal… y de repente, el informe se cancela. Nos quedamos solo con el PPI, la inflación "de fábrica", mientras el sistema financiero sigue digiriendo la contracción de liquidez más agresiva desde 2022 y una crisis de repos que obligó a la Fed a reconocer que estaba rozando el límite de reservas “seguras”.
La buena noticia es que, por primera vez en meses, tenemos un mapa más claro de cómo podría volver a crecer la liquidez en dólares sin desanclar la inflación: fin del QT, un QE técnico centrado en T-bills y repos, una producción organizada de M2 mensual y una reforma del SLR que libera balance a los grandes bancos. Todo eso ocurre mientras la economía de la inteligencia artificial (IA) sigue sosteniendo el PIB y crea una economía en forma de K: arriba, datos, chips y energía; abajo, el resto de sectores que siguen notando la subida de tipos.
En este artículo vamos a conectar tres piezas: el PPI de esta semana, la nueva fase de QE técnico y M2, y lo que ya nos están diciendo las encuestas de bancos y los PMI sobre el próximo movimiento del ciclo. Al final, te dejo tres ideas concretas (dos acciones y una cripto) para estudiar si compartes esta tesis de que la liquidez está a punto de pasar de freno a viento de cola.
Del PPI al QE técnico
Que se haya cancelado el CPI y solo tengamos PPI esta semana parece un detalle técnico, pero no lo es. En la práctica, el mensaje que busca el mercado es sencillo: ¿hay o no hay presión de costes en la cadena productiva que obligue a la Fed a seguir drenando liquidez?
Si el PPI confirma que la inflación de los productores sigue moderándose, la Fed gana algo que tú y yo sabemos que es clave: permiso político para dejar de destruir liquidez. No se trata solo de bajar tipos un cuarto de punto; el verdadero giro es pasar de un QT que ha drenado unos 500.000 millones desde julio a una fase donde el balance deja de caer y se abre la puerta a un QE técnico mucho más quirúrgico.
Ese QE técnico no es el “QE fiesta” de 2020, con cheques a hogares y M2 creciendo a doble dígito. Es más bien un modo “fontanero jefe”: la Fed deja de dejar que los bonos salgan del balance a toda máquina y empieza a recomprar T‑bills, hacer repos a plazo y gestionar el front-end de la curva para que el sistema de repos y el spread SOFR–IORB vuelvan a un rango normal. No buscan que el S&P 500 haga un cohete; buscan que el mercado de financiación en dólares deje de amenazar con otro septiembre de 2019 o un nuevo octubre de 2025.
La diferencia clave, para ti como inversor, es esta: en vez de un M2 que salta y se desploma según el susto político de turno, la Fed aspira a una “producción organizada de M2”. Es decir, un crecimiento mensual bastante más estable, en torno a lo que históricamente ha sido consistente con una economía de Estados Unidos creciendo al 2–3 % real y una inflación contenida. Ni 0 % de M2 (shock deflacionario) ni 20 % (shock inflacionario), sino una autopista de medio plazo para la liquidez.
Y aquí entra en juego la economía de la IA. La fuente que compartimos sobre el impacto de la inteligencia artificial describe un mundo donde el coste de la “inteligencia” cae de forma hiperdeflacionaria y donde el CAPEX en data centers, chips y energía puede acercarse a 1,2 billones de dólares anuales hacia 2030. En otras palabras, el mundo real necesita financiación a largo plazo para construir esta nueva infraestructura digital, pero el sistema financiero venía con el grifo casi cerrado. Un QE técnico bien diseñado y un M2 creciendo de forma predecible son la manera de casar ese ciclo de inversión en IA con una política monetaria menos suicida.
SLR, TGA y la demanda de reservas
El segundo pilar de esta historia no está en el PPI ni en los tipos, sino en la regulación: el Supplementary Leverage Ratio (SLR) y las encuestas de la propia Fed a los bancos.
Después de dos años largos de QT, el mensaje que salió del FOMC y de los discursos como el de Miran fue claro: el sistema estaba tocando un suelo de reservas “regulatorio”. No es que los bancos no quisieran prestar; es que los ratios de apalancamiento les penalizan por tener demasiados Treasuries y reservas en balance. El SLR, pensado como cinturón de seguridad tras la crisis de 2008, se ha convertido en un freno de mano que chirría justo cuando el Tesoro tiene que emitir cantidades récord de deuda.
Por eso la propuesta de reforma del eSLR presentada en 2025 es tan importante: al ajustar la fórmula para que dependa menos de un 2 % plano y más del perfil de riesgo real de cada banco, los reguladores estiman que los grandes bancos ganarían del orden de cientos de miles de millones en margen de capital. Eso se traduce en capacidad para sostener varios billones adicionales de activos sin volver a chocar con el muro del apalancamiento. No significa que mañana se vaya a imprimir M2 a lo loco, pero sí que el sistema bancario vuelve a tener espacio para hacer aquello para lo que existe: intermediar crédito y absorber Treasuries.
Aquí es donde encaja la Senior Financial Officer Survey de septiembre de 2025. En esa encuesta, que cubre bancos que acumulan cerca de tres cuartas partes de las reservas del sistema, más de dos tercios de las entidades dicen que su estrategia preferida es mantener el nivel actual de reservas y de activos HQLA, no reducirlos. Una minoría muy pequeña reconoce haber cambiado su estrategia por la caída de las reservas agregadas; y cuando la Fed les plantea escenarios donde los tipos overnight suben 8–16 puntos básicos por encima del IORB, la mayoría admite que empezaría a reducir reservas… pero siempre con mucha cautela.
Traducido: la demanda estructural de reservas es alta y pegajosa. Los bancos no están deseando deshacerse de ellas, incluso con tipos de mercado algo por encima del interés que les paga la Fed. Eso explica por qué el QT tuvo que frenar antes de que las reservas cayeran a niveles de 2018: el sistema de hoy, con más regulación, más tamaño y más volatilidad, necesita un “colchón” de reservas mucho mayor.
A la vez, el Tesoro nos ha dicho claramente que no va a ser la fuente de liquidez en los próximos meses. Sus propios documentos de financiación proyectan que la cuenta del TGA caerá solo unos 50.000 millones desde aquí hasta final de año y se mantendrá alrededor de 850.000 millones hasta marzo de 2026. En la práctica, eso significa que el Tesoro no va a vaciar la caja para salvar al mercado: el TGA pasa a ser neutral para la liquidez neta.
Si pones todo junto, el cuadro es muy distinto al de otros ciclos:
- Un sistema bancario que, según la SFOS, prefiere mantener o incluso aumentar reservas y HQLA en lugar de jugársela con balances mínimos.
- Un SLR que está en proceso de reforma y que, cuando entre en vigor, liberará capacidad para que los bancos puedan cargar más Treasuries sin miedo a romper ratios, lo que en la práctica abre la puerta a más depósitos y más M2 con el tiempo.
- Un Tesoro que deja claro que quiere su TGA en 850.000 millones, ni en 500 ni en 1,2 billones, lo que retira una fuente de shocks aleatorios de liquidez.
En este contexto, el QE técnico se convierte en la herramienta para sincronizar a la Fed con los bancos: la Fed deja de drenar reservas, el SLR deja de estrangular el balance, y el sistema puede volver a expandir depósitos de forma más orgánica. No es un festival de helicóptero-money, es un giro de “modo crisis” a modo fábrica de M2 con ritmo de producción estable.
Liquidez, PMI e ideas de inversión
El tercer bloque de la historia está en la economía real. Si miramos los últimos datos, el mensaje es de recuperación lenta pero clara:
- El PMI manufacturero de S&P Global se mantiene por encima de 50, señalando expansión ligera en la industria de Estados Unidos, mientras que el índice compuesto refleja un crecimiento del PIB de alrededor del 2,5 % anualizado en el cuarto trimestre.
- Los indicadores regionales de la Fed cuentan algo similar: el Empire State de Nueva York ha pasado de lecturas profundamente negativas a niveles claramente positivos; el índice de Kansas City lleva varios meses mejorando; solo Filadelfia sigue en zona algo contractiva, pero bastante menos que en el desplome de octubre.
Con esa mezcla, un ISM manufacturero alrededor de 50–52 para el próximo mes parece consistente: nada parecido a un boom, pero sí un paso firme fuera de la recesión industrial. Si tu tesis es que la segunda derivada de la liquidez en dólares está pasando de muy negativa a neutral —fin de QT, QE técnico, SLR más relajado y TGA neutral—, tiene bastante sentido esperar que los PMI sigan ese giro en los próximos trimestres.
Aquí llega la pregunta clave: ¿quién lidera a quién, la liquidez o el crecimiento?
En los puntos de inflexión del ciclo, la historia casi siempre empieza por la liquidez. Primero se detiene el drenaje (QT), se estabilizan las reservas y el crédito deja de contraerse. Lo ves antes en los mercados financieros (spreads, bolsa, cripto) que en los datos duros. Después, cuando el sistema se siente más cómodo con sus colchonetas de capital y reservas, vuelve a fluir el crédito: empresas que refinancian, inversiones que se desbloquean, hogares que vuelven a consumir con algo menos de miedo. Es ahí cuando M2 empieza a crecer un poco más rápido y los PMI pasan de 47–48 a 51–53.
Pero una vez el ciclo entra en esa fase de expansión moderada, la relación se invierte: es el propio crecimiento el que empieza a tirar de M2. Los bancos crean depósitos cuando hay demanda solvente de crédito; las empresas emiten bonos porque ven proyectos rentables; los gobiernos aprovechan los tipos más bajos para alargar su deuda. En ese mundo, la Fed deja de ser el único productor de liquidez y pasa a ser más bien el árbitro que intenta que esa expansión no se convierta en otra burbuja.
¿Qué hacemos con la cartera en un contexto así, donde la liquidez deja de ser enemiga pero aún no es amiga íntima?
Una forma de pensarlo es con una estrategia barbell entre dos extremos:
Por un lado, tienes los activos que monetizan directamente la revolución de la IA. Un ejemplo claro es Palantir (PLTR). No es solo una empresa de software “bonita”: es una pieza crítica de la infraestructura de datos y de inteligencia artificial aplicada, tanto en gobiernos como en grandes corporaciones. Si de verdad vamos hacia un mundo donde la productividad se dispara gracias a la IA y los gobiernos tienen que hacer más con menos, compañías que venden “inteligencia como servicio” a escala global se convierten en una forma muy directa de exponerse al lado ganador de esta economía en K.
Por otro lado, tienes los activos que viven y mueren por la liquidez en dólares, y aquí hay dos niveles:
- Bitcoin (BTC) como activo global sensible al ciclo de liquidez. Lo vimos en esta caída desde octubre: aunque el M2 global no se desplomó, el shock de liquidez en Estados Unidos (shutdown, subida del TGA, crisis del repo y uso intenso del SRF) fue suficiente para pinchar el sentimiento. Si aceptas la tesis de que la liquidez neta de la Fed va a pasar de drenaje a expansión moderada y que la producción de M2 se va a normalizar, BTC es uno de los activos que más rápido debería reflejarlo.
- Coinbase (COIN) como la “infraestructura regulada” de ese mismo ciclo. En un entorno donde vuelve el volumen a cripto, donde los ETFs de bitcoin y otros activos digitales siguen acumulando patrimonio, y donde los reguladores estadounidenses han ido aclarando las reglas del juego, COIN es el intermediario que cobra peaje cada vez que el mercado se anima. Si el ciclo de liquidez entra en una fase más constructiva, suele verse antes en sus volúmenes y comisiones que en muchas altcoins individuales.
No son recomendaciones personalizadas —cada inversor tiene su perfil, su horizonte y su tolerancia a la volatilidad—, pero sí son tres ejemplos que encajan bien con la tesis de este artículo: Palantir capturando la parte “productiva” de la revolución de la IA, y BTC + Coinbase monetizando el lado “puro de liquidez” de un dólar que vuelve a expandirse de forma organizada.
En resumen: esta semana miraremos el PPI, no el CPI; hablaremos de QE técnico, no de cheques en helicóptero; y la gran batalla ya no está tanto en si sube o baja un cuarto de punto el tipo oficial, sino en si la Fed y los reguladores son capaces de pasar de una contracción caótica a una expansión de M2 predecible, compatible con la revolución de la IA y con un crecimiento global que no se derrumbe. Si lo consiguen, los próximos trimestres pueden ser menos una lucha por sobrevivir al drenaje de liquidez y más una carrera por posicionarse en los activos que mejor monetizan esa nueva fase del ciclo.
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ℹ️ Descargo de responsabilidad (léelo con calma)
Este contenido es informativo y educativo. No es asesoría financiera ni una recomendación para comprar o vender valores. Invertir en mercados implica riesgos, incluido el de pérdida total del capital.
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